Pasaron por Torrejón de Ardoz por cientos, sin causar alboroto, sin dejar ni un sólo papel extra fuera de las papeleras y si estaban llenas, dejaron las bolsas de su basura perfectamente cerradas procurando guardar cierta estética. Se sentaron en el suelo buscando las sombras redondas de la plaza España sin manchar, sin chillar, en perfecto orden y con una sonrisa y una conversación distendida se comieron sus pizzas y o bocadillos, recogiéndo todo.
Eran de todos los colores y condición. La actitud de los peregrinos me ha hecho pensar que algo no les hemos enseñado a nuestros hijos, en general, el respeto y serenidad con que se han comportado estos jóvenes debería hacernos reflexionar.
Una vez, hace unos años, con otro Papa, me emocionaron cuando los ví desde un autobús de dos plantas, cantando la puerta de Alcalá según salían del parque del retiro, repartiendo saludos y sonrisas a todos los que pasábamos, eran otros, pero la misma actitud, la misma alegría.
¡Gracias, ha sido muy agradable tener vuestro respeto y simpatía!