El cielo llora, el día del padre pasó con el recuerdo enorme y magnífico del hombre de paz que fue mi padre, con la pena de no tenerlo más, de no poder contar con su consejo y comprensión. Un día triste porque gente triste y desesperada que no tiene más que ofecer que la destrucción, nos regaló con otro día de lágrimas, otro día de terror.
No hay odio en mi corazón porque lo único que me producen estas vidas inútiles es la pena de su propia pena, el desprecio de su propio ser sin esperenza que como una enfermedad infecciosa mata sus preciosas mentes y los convierte en despojos humanos.
El eclipse sucedió y se me antojó un nuevo comienzo que limpiaría tanto desatino y con ello me quedo, aplicandome por estudiar y enseñar a mis gentes el valor de ser y el privilegio de existir en un mundo donde se construye, día a día, un mundo infinitamente mejor, con la intención de que sea para todos.
Por eso creo que debemos enjugarnos las lágrimas, ser muy cautos y no dejarnos engañar, pero a la vez debemos ser agradecidos con lo que tenemos, al fin y a la postre por eso mismo, otros que no han luchado por el bien, nos lo quieren arrebatar. De nuestro cariño y gratitud por el esfuerzo de nuestros antepasados va a depender nuestro futuro.
El único peligro que podemos correr es que no lo sepamos apreciar y defender con nuestro trabajo constante. Nunca bajar la guardia pero nunca perder nuestra alegría de vivir. Hemos tenido la suerte de nacer y vivir en lugares donde sus gentes han construído la libertad y el desarrollo de la raza humana, sin importar color o condición, creo que debemos honrarlos con nuestras vidas.
Hoy doy gracias, una vez más, a los padres y madres que nos educaron para tan sagrada tarea, ahora nos toca defenderla y mejorarla día a día. Sólo pido que el Universo se confabule con nuestros esfuerzos y lo podamos conseguir.