A mí no me molesta que me llamen lao wai- es verdad que no me entero de la misa la media. Creo que es en parte es porque los chinos son bastante cerrados y su cultura es muy excluyente en general. Por ejemplo, si eres el único lao wai en la oficina, es muy probable que vayan todos a comer juntos y que no te inviten (aunque te los encuentres en el ascensor y vayan de camino al restaurante, o aunque tú les pidas que te inviten a la próxima). He aprendido que esto no es racismo; simplemente son tímidos y creen que ellos no te interesan. Pero a mí sí me interesan. Mucho. Muchísimo. A menudo, cuando hablo con un chino y miro sus ojos orientales, éstos se transforman en dos interrogantes enormes...pasa un segundo, dos, asiente...y tengo la certeza absoluta de no habernos entendido.
El otro día, bajé en el ascensor con mis nuevos colegas- todos se marchaban a comer juntos. Y dije algo que nunca me hubiera permitido en mi querida España: “ah, ¡qué bien!¡pues me voy a comer con vosotros!”. Me miraron, 16 interrogantes en caras ajenas (que se multiplicaron x 4 en los espejos del ascensor) se dirigieron a mí y al bajar las 17 plantas se olvidaron por completo: empezaron a caminar dando saltitos, cogidos del brazo, riendo... como si fueran estudiantes de secundaria a la hora del recreo. Nadie puede adivinar en el despacho lo afectuosos que son entre ellos- es como si en la oficina estuvieran en el ejército: rígidos, a penas sonríen ni hablan entre ellos, como autómatas.
Llegamos al restaurante y empezaron a hablar (a gritos) con la camarera, sometiéndola a un tercer grado e interrogándola con muy mala leche sobre si los platos estaban fritos, asados, cocidos, si eran picantes o no... Cuando los chinos se dirigen a los camareros, parece que siempre discuten con ellos (pensé por enésima vez que ser camarero en China es peor que ser ayi o shifu- es decir, asistenta o taxista).
Y allí estaba yo: sin entender ni papa frente a una enorme mesa redonda con una rueda giratoria en la que no cabían todos los platos que habían pedido, intentando sonreír y dirigiéndome en mandarín a los pobres que estaban sentados a mi lado con cuestiones tan apasionantes como: ¿Y tú de dónde eres? ¿Sabes dónde hay un sitio de masajes cerca de la oficina? A mí la comida china me gusta mucho...UF.
Al acabar el almuerzo, tomé la palabra para pronunciar un improvisado discurso salpicado de palabras en chino y en inglés, para expresar mi “felicidad” por estar en este despacho, que esperaba que todos fuéramos “amigos” pronto y que la “harmonía” reinara entre nosotros. Se emocionaron y no vi ya interrogantes sino grandes sonrisas que, por lo salpicadas de noodles, champiñones y arroz, no dejaban de ser una gran recompensa a mis duros esfuerzos. UF (bis).
A última hora de la tarde, una compañera se acercó y me entregó un papel en chino. Contenía los nombres, direcciones, números de teléfono y listado de precios de siete sitios de masajes cerca de la oficina.
Esta vez la lao wai emocionada dirigió dos interrogantes castizos y la mejor de sus sonrisas a la chinita adorable que tenía delante.