Bueno, después de este tiempo, y creo que debido a que ya siento el mar más cerca, me apetece presentaros a Anuk...se trata de un hermano de Jinjo, en mi cabeza...pero cada uno con su temática y fuerza...como siempre es incompleto, a falta de labrarle los matices...se presenta puro, sin tallar...y espero que me pidais que continue contando sus aventuras la mitad que las de Jinjo...que por cierto...no se ha ido...sino que esta de caminho...:-)
ANUK
Ese día comenzó directamente en la tarde. Nadie sabía si era debido a que el sol se había demorado por algo en concreto, a que el día anterior había sido muy largo o a que absolutamente todos habían estado durmiendo hasta entonces.
Era un día cálido, era un día húmedo y era un día que sería excepcionalmente corto. El día más corto que recordaría Anuk. Apenas se había dado cuenta de que pasaba, y si no hubiese sido por las viejas de la aldea, que chismorreaban en cada esquina, quizá no hubiese notado nada anormal.
Se encaminó hacia el malecón, las olas eran rítmicas de sonido penetrante. Bum…bum…bum…bum….Bum…bum…bum…bum¡¡ Anuk las respondió haciendo los contratiempos con palmas y chasquidos de la lengua…Bum plas plasbum, chisbum, bumplasplas, bumchis…las olas lo sonrieron, y entonces se lanzó al mar…con gran energía… al principio rebotó contra el agua, que bromeando, jugaba a no dejarlo zambullirse.. Anuk se veía reflejado en cada pequeña pared de agua, cada vez mirando hacia un sitio, incluso cabeza abajo… le parecía que cada gota llevaba parte de su reflejo…el mar también se estaba mojando de él…jajajaja…rio fuerte – y dando un giro sobre si mismo, venció la resistencia de las aguas y se sumergió cabeza abajo y boca arriba. Nadó al principio cerca de las rocas, visitando morenas y peces de colores, hasta que un banco de sardinas lo distrajo…cruzaban veloces a unos 200 metros de la costa, perseguidas por un banco de atunes…y saltaban brillantes, una y otra vez en su azorada huida. A Anuk le fascinaban los brillos de sus lomos, pero lo que le hizo salir disparado fue la oportunidad de probar su velocidad en el agua. Fue avistarlas y sentir instantáneamente la llamada en el pecho, de modo que salió detrás de las sardinas y se pegó a ellas como la sombra se pega a los tobillos de un corredor…giraba con ellas e incluso saltaba con ellas…la sensación era de puro frenesí, puesto que ellas se estaban jugando la vida; pero su presencia pronto se hizo notar entre los atunes, y estos se distrajeron de su objetivo y seguían más a Anuk que a las sardinas, fascinados por sus rápidas ondulaciones y giros, se preocupaban en turnarse para competir con él, saltando y haciendo giros imposibles, olvidaron por qué corrían y así estuvieron corriendo hasta que Anuk se dio cuenta de que algo raro pasaba, puesto que el color del agua no era el habitual. En ese momento, dando un gran salto hacia arriba, se volteó y cambió súbitamente de dirección, dejando atrás a todos los peces, estupefactos y preguntándose quien era aquel que nadaba de ese modo y donde había ido de repente.
Anuk nadó un rato en dirección hacia la costa, y cuando se asomó a ver que sucedía, se dio cuenta de que era de noche. La noche lo había sorprendido en su juego, y ahora se veían las luces de la aldea, allá a lo lejos, tapadas en parte por la sombra de Isla Magenta.
A pesar de que ya era fuerte, y de que había pasado casi más tiempo en el agua que fuera, Anuk nunca había nadado de noche y la sensación le pareció extraña…como si el agua se hubiese espesado. El brillo de la luna y las estrellas le pareció pálido y blanquecino y el mar hablaba con voz mas queda, como un rumor…
De este modo, Anuk se encontró por primera vez con la noche en el mar y tan natural como él era, se sorprendió de notar tanta vida en las aguas
Sorprendido observó bancos de calamares ondular brillantes a la luz de la luna, y se maravilló de que toda esa vida que el imaginaba durmiendo, floreciese en la casi absoluta penumbra y más abajo en la oscuridad plena.
Había pues vida en la noche y no todo era sueño. La noche se le antojó mágica pues y Anuk le salió al encuentro. Exploró toda la costa que tan acostumbrado estaba a visitar durante el día, y encontró que los lugares más conocidos, resultaban inquietantemente distintos, alucinantemente inesperados.
Pero fue concretamente cerca del Salto Tepuac donde Anuk sintió una presencia desconocida. Nadó en círculos alrededor de ella hasta que se apareció ante su vista una forma blanca y cambiante, a veces liquida y a veces sólida, a veces un remolino y a veces una sombra blanca…que terminó adquiriendo el aspecto de Anuk, en forma, que no en talla, pues era mucho mayor…casi 7 veces. Era un duende de Sal. Que quieto como una estatua le observó y de algún modo que Anuk no acertaba a comprender, puesto que no emitió sonido alguno, le dijo: ¿Quién eres intrépido muchacho?¿Acaso conoces las tres reglas del nadador en la noche?
Anuk meneo la cabeza y el duende de sal pareció sonreir, aunque su cara era un espejo del aturdimiento de Anuk, que aun se sorprendía mas de verse a si mismo aturdido en la cara del duende.
Habrás de aprenderlas pues, si deseas nadar en estas aguas una vez que se ponga el sol. Vuelve mañana cuando los últimos rayos de este toquen el horizonte, y trae contigo tu mejor canción, te llevaré a visitar a las anémonas….y la voz se desvaneció en un susurro rítmico que se mezcló con el de las olas viajeras que rompiendo en playas remotas acunaron a Anuk, y los sueños lo invadieron todo….todo….
El siguiente día amaneció raudo, y Anuk se sorprendió desperezándose en la orilla…aumpf…, se lavó la cara y sentado en la arena fresca de la mañana, contempló como los colores iban poco a poco tornándose vivos y el aire cálido.
El mar seguía susurrándole historias con su ritmo discontinuo y Anuk, se frotaba los pies descalzos mientras pensaba: me siento muy vivo, me siento vivo….aspiraba….me siento vivo….latía el corazón…vivo…pura vida.
Solía repetir las frases una y otra vez en su mente, como para así atrapar la idea, como para que las palabras dejasen de tener sentido y se convirtiesen tan solo en un refuerzo de fondo a un sentimiento intenso.
Había dormido en la playa, y acababa de despertarse. Sus pelos alborotados comenzaban a zarandearse con la brisa matutina y el espectáculo del amanecer le había sorprendido maravillándole una vez más.
Aun tenía agujetas de perseguir a las sardinas y jugar con los atunes, y recordaba la sensación del mar oscuro a la caída del sol, y como había nadado en aguas llenas de vida a pesar de la noche. Que distinta sensación y que matices tan extraños. De pronto se sobresaltó al recordar al duende de sal y sus palabras: ¿conoces las tres reglas del nadador en la noche?
Anuk no conocía tales reglas, ni tan siquiera había imaginado nunca nadar de noche. Era algo nuevo para él y tenía gran curiosidad de conocer no las reglas en si, sino sus por qués? Para qué servían esas reglas y quien las dictaba? Y sobre todo tenía ganas de volver a nadar en aquel mar nocturno, que se mecía de forma distinta y hasta parecía más denso.
Se levantó y se estiro largamente al tiempo que gritaba bien alto…Oooouuuaaaaaaaaaaa¡ jajajaja – río.
Y tras esto, y sintiendo los rayos del sol que ya calentaba en su espalda, se apresuró hacia la orilla y se zambullo como un delfín, recorriendo así un gran trecho en paralelo a la costa, hasta llegar a la cabaña de Timoty, el flautista.
El duende de sal le había dicho que trajera su mejor canción, y Anuk tenía muchas dentro, así que decidió visitar a Timoty para ver si este le podía ayudar a elegir.
Cuando llego a la cabaña, Timoty estaba aun durmiendo. Se oían sus ronquidos, como melodías cambiantes de flauta dulce…daba gusto oirle dormir…Era un flautista a todas horas, y hasta cuando hablaba, la dulzura de su voz y la cadencia de sus palabras recordaban a una flauta. Anuk se sentó en el porche, esperando a que despertara y aprovechando para secarse. Cuando ya estuvo seco, entonó una canción muy bajito:
Acariciaba la arena y la orilla del mar…
Con miles de gotas y espuma echa de sal…
Dorada en la orilla de siempre…
La arena soñaba en partir a otro lejano lugar….
E iba volando…lejos de alli…
Volando…rumbo sin fin….
Soñaba despierta y viajaba en el mar…
Las olas la oyeron y la portaron hacia otro mar…
Ella fue pura sonrisa, y flotando lejos…
Creyo que sentía volar….
Y fue volando….lejos de alli….
Volando…rumbo sin fin….
Y en ese momento despertó Timoty y se oyó de fondo la melodía de su flauta…dando soporte y cobijo al canto de Anuk…así permanecieron un rato…cantando juntos antes de saludarse…y cuando ceso la música, se dieron un abrazo y pasaron dentro a tomar unas frutas y algunas viandas mientras departían sobre sus ultimas andanzas.
Anuk le contó como había descubierto la noche en el mar y le relató su encuentro con el duende de sal, y Timoty le habló de sus últimas conversaciones con el viento y de las cuevas que este había visitado y de las maravillas que de ellas contaba…cuevas llenas de ecos y sonidos armónicos prolongados. Rieron juntos un rato, y luego Anuk le dio las gracias por haberle ayudado a enriquecer la canción y se dirigió, esta vez andando hacia la aldea…
El día estaba ya en plenitud, y los alrededores de la playa eran un hervidero de sonidos y se notaba que todos los seres estaban llenos de energía.
Aprovechando la caminata para recoger ramas secas, raices y frutos, Anuk se fue parando a conversar con todos aquellos que encontraba en su camino. Ardillas, escarabajos, pajaros engreidos, pajarillos amables…De ese modo se demoró mucho hasta llegar a la aldea, y por el camino le entró de nuevo hambre y se comió la mitad de los frutos y raíces.
Cuando entró en la aldea, giro a su derecha y se dirigió a casa de Atueldo, el anciano para que le contase algo de los duendes de sal, puesto que él hasta la noche anterior ni siquiera conocía su existencia, y mucho menos sabía como haría para encontrarle en la noche y si era peligroso en algún modo.
Atueldo estaba sentado en su mecedora, fumando la pipa larga de madera oscura que hacía tantos años le acompañaba. Tenía tallada la cara de un gran jefe indio en la base, y por la caña, le corrían madreselvas finamente talladas y de mil matices verdes.
La entrada de la casa era sencilla, y daba directamente al camino del pozo. Tenía la puerta de color azul, y las ventanas redondas abiertas, parecían ojos profundos llenos de misterio. Era casi mas una choza, con tejado de palapa y paredes de madera, pero tenía un aspecto consistente, gracias a la cantidad de plantas y dibujos que brotaban de sus muros. Junto a la entrada delantera había un pequeño porche, con suelo de césped y un tejadillo rodeado de parras, y allí se balanceaba tranquila y rítmicamente Atueldo, mientras con los ojos entornados observaba acercarse a Anuk.
Cuando este llego, le tendió las raíces y frutos, y con una sonrisa se sentó en el suelo de brazos cruzados.
Me pregunto que te trae por aquí tan temprano ya que hoy hay mar espejo, joven Anuk, me digo, y la pregunta me ronda por la cabeza. Mar espejo y fondos de vivos colores, allí te imaginaba ahora mismo, mientras hacía unos aros fumando este rico tabaco, en los bajíos cercanos al navío hundido.
Y en verdad es extraño, me digo yo también – respondió Anuk. La aldea parece con una vida inusitada, dada la poca costumbre de visitarla a estas horas, me ha parecido casi imposible avanzar por ella, parándome para saludar a todos. Ayer me nade de noche Atueldo, y ese es el motivo de mi visita.
Nadaste en la noche de veras…umm…interesante, joven Anuk. Y cuéntame, como te fue?
Pues verás, la noche me sorprendió sin yo darme cuenta, y la curiosidad fue grande, luego recorrí algunos lugares que me resultaban del todo extraños ante la falta de luz. El mar era espeso, y las sensaciones diferentes del todo, pero no es eso lo que me turba…
Y que te turba mi joven amigo, si no es indiscreción preguntarlo, que no debe serlo, puesto de seguro es el objeto de tu visita que yo aporte mi grano para detener esta turbación…
Pues resulta que me encontré con algo inesperado y mucho mas desconocido aun que insospechado….no se si es bueno o malo…pero me encontré…. con un duende de Sal.
Un duende de sal…a, ya veo…y que te dijo?
Me preguntó si conocía las tres reglas del nadador en la noche, y como no las sabía me encomendó volver hoy con mi mejor canción. Dijo que me llevaría a visitar a las anémonas.
Vé sin duda pues, mi buen Anuk. Este es mi consejo.
¿No hayas peligro en ello pues Atueldo?
Bien es sabido por nosotros los mayores que todo el peligro que corre uno con un duende de sal es el que correría con uno mismo. El duende será espejo de ti, y por tanto te reflejarás en él con pureza, como se refleja la montaña en el lago manso. Cuídate de los malos sentimientos y se sincero contigo mismo y todo irá bien. No podrás ocultarte ni un poco ante el duende, pues ese es su poder y naturaleza.
No tengo miedo entonces, y gustoso iré a su encuentro cuando anochezca. Pero… tú ya conoces las tres reglas Atueldo?
Conozco las mías propias Anuk, pero cada uno ha de descubrir las suyas.
Anuk se quedo un rato pensando en estas palabras, y luego dando un bocado a una pera, cambió de tema, y así pasaron un rato largo, hablando de pesca, y de olas.
Atueldo era un gran conversador, y como era viejo, siempre tenía historias y vivencias que contar acerca de la mayoría de las cosas y ocasiones. A Anuk le encantaba oírle durante horas, y aprendía de todo al lado del anciano, desde lenguas varias hasta geografía. Solía visitarle por las tardes, al venir del mar, y de ahí la extrañeza de Atueldo al verle aparecer a horas tan inusuales…