Perdone doctora, pero vi tan contenta a su colega que no me atreví a contarle la verdad. Ella apenas cambió el gesto...durante unos minutos escuchó y con la frialdad característica de especialista, dijo: Nosotros ni nos alegramos ni nos ponemos tristes por el resultado de los tratamientos y agregó, para justificarse y ampararse en algo grandilocuente “ Esto es lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud” Ya ha recuperado casi toda la masa ósea, ejercicio, tres vasos de leche y sol; ya no necesita tratamiento, así es que vuelva dentro de tres años. ¿Casi toda? Repliqué, “si” contestó ella, eso, ya no es nada, y dio por concluida la consulta.
Le molestó sobremanera saber que me habían tenido que cambiar el tratamiento hacía dos años y que mi doctora de cabecera había decidido recetarlo en vista del fracaso continuado, de otros dos años, de la anterior medicación. Por eso aprovechó de recalcar su total indiferencia a mi mejoría.
Mientras dejaba el ambulatorio pensé ¡Que poco ambiciosos son estos señores con nuestra salud! Y que poco les importamos. Siempre me pregunté si mis dificultades con los médicos eran debidas a mi exceso de sensibilidad, hoy al fin tenía la respuesta, no era mi exceso de sensibilidad el problema, lo era su absoluta falta de interés amparada por una nómina, que yo ridículamente ayudo a pagar. En ese momento rememoré días muy tristes en los que tuve la desgracia de encontrarme con más seres como esta doctora de los que mi salud podía soportar.
Moví la cabeza para enterrar ese pasado y decidí encontrar una solución.......
¡Mañana será otro día y tendré la suerte de encontrar a los médicos que necesito, aquellos que aún no han muerto ahogados en su arrogancia!