Os presento este anónimo porque creo que vale la pena leerlo.
Su autor o autora no quiere revelar su identidad pero quiere compartir esta parte de su historia con vosotros, le damos las gracias por ello y esperamos nos cuente más porque nos gusta mucho su estilo.
Desde que nací, siempre me pasa. Adivino las cosas, las siento antes de que acontezcan... y a veces, no llegan a acontecer nunca, porque ya las he adivinado.
A las cuatro de la mañana de un sábado cualquiera, leí unos e-mails cualquiera.
Y el telón se levantó y te vi la cara, y vi tus ropas y tu escenario; oí tu monólogo confuso y adiviné la trama y el desenlace. Y eras tan feo, el guión tan insoportablemente ordinario y tu farsa tan necia, que temblé al verlo todo a la vez; no podía dejar de temblar. Shaking, Shaking porque todo se vino abajo. El castillo español de nuestro amor, nuestros proyectos, nuestros hijos, nuestro negocio, nuestros viajes... Todo desapareció cuando leí aquellos e-mails y tu voz resonó en mis sienes pronunciando aquellas palabras que, leídas en la inmediatez de tu apartamento mientras dormías, aceleraban mi corazón con incredulidad. Mi corazón rugía con cada beso que le enviabas, con cada palabra de halago que le dedicabas, cuando te preguntabas si algún día habría un futuro para ambos...
La máscara se cayó y lo que vi fue tanta cobardía y miseria en esos ojos por los que habría dado todo y en los que me habría perdido para prolongar nuestro amor ad infinitum... tanta fealdad que lo único que podía hacer era temblar de miedo, de frío y decepción. Y cuando dejé aquella casa y llegué a la mía, dejé de temblar.
Nunca mas volví a ver esos ojos de amor -en los que me habría perdido para siempre- el hombre que yo conocía murió murió aquella noche, aunque sea triste reconocer que ya había muerto hacía tiempo y más triste todavía pensar que nunca existió.
Pero que bueno es saber que no volveré a temblar de miedo y tristeza por ti porque, como siempre me pasa, adivino las cosas y evito que sucedan.