Después de ver la película “Princesa por sorpresa 2” y después de decirme que la reina era “casi” tan guapa como yo, no podía negarme a llevarla a ver el espectáculo de los BIG FOOT, los coches con la ruedas enormes, si, así es, como dice su madre la niña es una especie de Princesa Fiona capaz de armonizar el mundo de las princesas de Disney con el mundo un poco más macarra de los coches que vuelan por los aires y se estrellan, andan en dos ruedas, atraviesan paredes de fuego con un piloto colgando del techo y queman los neumáticos haciendo trompos, cosa que también gusta a la abuela…
El caso es que allí estábamos sentadas en un precario banco al descubierto, todas emocionadas con el espectáculo cuando comenzaron a caer unas gotas de lluvia, suavemente. Acomodamos un paraguas y contemplamos el arco iris multiplicado por tres que descubrió la peque hacia nuestra derecha, lo que para mi era la primera vez.
A los 15 minutos de empezar el show, el que cada vez era más emocionante, la lluvia paso de suave a copiosa por lo que habilitamos el segundo paraguas cubriendo nuestras piernas, las nubes cada vez más negras pero todo perfecto. Ahora los coches llevaban ocho pasajeras y se movían por la pista en dos ruedas; la lluvia iba en aumento, unos minutos después, aquello se transformó en un chaparrón estilo los de Centro América.
Los paraguas hacían todo lo posible por protegernos pero al final, en el descanso la cordura nos aconsejó dejar el espectáculo y marchar a casa.
Nuestros magníficos paraguas intentaban resistir el aluvión pero era difícil contenerlo, el viento, por otra parte, se encargó de mojarnos por los cuatro costados y de abajo a arriba, los charcos se hacían ríos con lo que nuestros zapatos contenían nuestros pies cual piscinas. Corrimos durante veinte minutos y después de este improvisado ejercicio, llegamos a casa empapadas de dentro hacia afuera, ¡que mira si es difícil!
Después de muchas risas, sendas duchas calientes y ropa seca, nos alegrábamos mucho de la experiencia dando gracias de poder estar protegidas y calentitas en casa y dejamos resto del magnífico espectáculo de los coches, el que habíamos disfrutamos muchísimo, para mejor ocasión.