PASEANDO A TOFY
Aliama Narval
Torrejón de Ardoz 1995
Esta mañana parece cálida y mientras me visto para ir a dar un paseo con Tofy se me vienen a la mente mil angustias, las mil angustias de siempre, que siempre rechazo por inútiles.
Tofy está el la puerta dando brincos y meneando el rabo. Siento deseos de agredirlo y por eso me doy cuenta de que mi calma es solo aparente, pero no lo hago y sigo acumulando esa tensión que me lleva a ser el volcán a punto de estallar y capaz de destruir todo lo que le rodea de un plumazo.
He bajado la escalera mecánicamente y ahora cruzo la carretera tirada de Tofy y preguntándome para que se gastaría mi hija el dinero en adiestrarlo sin violencia si siempre hace lo que le viene en gana hasta que le pegamos. "El problema está en los dueños, mamá", diría mi hija, debo admitir que tiene razón, debo admitir que hasta en los perros o animales de compañía se puede observar el descalabro anímico de sus dueños. Lo suelto, lo dejo libre para que olisque todo lo que quiera y elija su espacio, tal y como yo deseo mi vida.
Tofy corre velozmente intentando coger un grupo de pajaros que parecía tener una animada conversación, no los coje, sigue corriendo y oliscándolo todo. De tanto en tanto levanta la cabeza y me mira, para tenerme localizada y sigue sus incursiones entre terrones, pastos, plantas y unas cuantas bolsas de plastico que se han transformado en parte del paisaje de cualquier campillo gracias a la poca clase de todos los que vivimos a su alrrededor y disfrutamos de su espacio. Destructivos y ruinosos y ¡ya esta esa furia agresiva en mí otra vez!. Ahí está con tesón haciendome sentir como un piloto suicida a punto de acabar con todo a su paso. Respiro hondo y vuelve la calma, la paz a mi espíritu y me pregunto "¿ por qué tanta destrucción?". ¿Cómo es posible que limpiemos con esmero , casi neurótico, nuestras casas y escupamos toda suerte de porquerías en nuestro entorno natural, con la tranquilidad pasmosa de quien ha perdido su capacidad de ver, de oler y hasta de sentir?
¿Que extraño vínculo tenemos establecido con la destrucción, que aún sabiendo que nos arrastrará con ella, cooperamos casi obsesivamente en su desarrollo e incremento hasta con la educación de nuestros hijos a los que les hemos enseñado a conservar su casa , a costa de palizas, "si ha sido necesario", pero a quienes enviamos a la calle con licencia para destrozarlo todo, con absoluta impunidad?
Mi abuela decía que lo más horrible de todo lo que tanto hiere la sensibilidad de algunos, es la tremenda ignorancia que nos hace atrevidos y peligrosos aún para nosotros mismos. ¿Y que se puede hacer, cuantas generaciones haciendo daño hacen falta para aprender la gran lección, antes de que sea demasiado tarde?
Tofy sigue saltando, yo acabo de ver un condón , una geringuilla y su botella de agua ¡Que desolación! Y pensar que nos estamos habituando a incorporar estos elementos como parte de nuestro paisaje urbano. Como me gustaría transformar tanto dolor y estupidez en alegría, como me gustaría transformar ese campillo en algo limpio y hermoso para los niños y sus animalillos, para todos nosotros. Pero todos pasamos por encima y todos contribuimos con un papel, una bolsa de patatas, un envoltorio de chupachús, un trozo de lo peor y más dañino que hay en nosotros. Los expertos se reunen y dibujan medidas y recomiendan. Nosotros escuchamos esas noticias con frialdad e indiferencia, como si no fuese con nosotros, como si hablaran de otra galaxia y preparamos toda suerte de porquerías que ir repartiendo en nuestra próxima salida a la calle. De todo esto lo más terrible es la creencia de que mi papel, ese condón, esos residuos míos, no son nada y si acaso ya pasará el basurero del Ayuntamiento y lo limpiará, ¡a mí que! ¡Se las apañen!, todo esto como si la calle fuese algo ajeno a mí y que depende de un organismo extraterrestre que corre con todos los gastos, rondando la máxima estupidez ya que parte de todo lo que se gasta en limpiar, lo que inutilmente ensucio, en reparar lo que estupidamente rompo y en reponer lo que me llevo, es mi dinero, malgastado una y otra vez por mi propia falta de criterio al utilizar los lugares públicos.
Que ridículo resulta tanto emperifolle dominical y tanta parafernalia de medio pelo intentando emular a los que más tienen, haciendo rugir el coche de moda y sembrando las calles y campos de basuras que delatan nuestra verdadera clase.
Tofy ha estrenado arbolito que mientras digo todo esto mi perrillo ha dejado sus muestras silenciosas, en tierra y pastos, es todo lo que se le permite, nada de veredas, plazas o pavimentos.
Este parque que está naciendo en esta zona y que tanta alegría me causa, sospecho que me dará disgustos pues ayer ya pude comprobar que un árbol recién plantado estaba prácticamente arrancado y que en la esplanada se podían apreciar las primeras muestras de vandalismo. Esto , en días como hoy, me llena de desánimo y me hace proclive a desear un divorcio de la raza humana. Pero aquellos pocos que luchan cada día para construir sin desanimarse me animan a seguir perteneciendo a ella y a tener esperanzas. Paso frente al letrero que reza " Recuperación del vertedero" ..... pienso si los usuarios no recuperaremos con nuestra actitud su antigua condición.
Tofy viene muy sumiso a que le ponga la correa para volver a casa. Yo miro a la hermosura de árboles y plantas intentando que prevalezca un toque de distinción en mi alma y un poco de alegría en mi ánimo.
Hoy 27 de Diciembre de 2005, ya no tengo a Tofy. Se fue para siempre y me dejó muy sola, muy triste. Pero hoy ya he aprendido a reirme otra vez y tengo a quienes me aman, Torrejón de Ardoz ha crecido mucho, se ha llenado de rotondas con fuentes de agua ¡Que ademas todavía funcionan!, han proliferado los parques y plazas, han crecido árboles y flores, gracias al tesón o a la cabezonería, o al interés de los que gobiernan el Ayuntamiento y ya, gracias a la intervención de un grupo de gente interesada en su pueblo, nos han crecido aceras rojas y blancas, avenidas con palmeras y muchos centros públicos como: bibliotecas, piscinas, gimnasios, centros para los jubilados y un gran etcetera que aplaudo con entusiasmo. Nunca llueve a gusto de todos, seguimos teniendo una corrupción importante, pero este pueblo que era lo más feo que yo había visto en mi vida de ver pueblos está transformándose en algo agradable a la vista, aunque siempre habrá rincones pintados con la codicia que serán difíciles de ignorar.
Un saludo cordial a esos gobernantes que creen en la belleza la limpieza y el órden y no me importa su color, o su inclinación, porque es con el ejemplo con lo que se predica y al fín, ahora, podremos enseñar a nuestros chicos a cuidar de lo hermoso.Tal vez pronto, este grupo de gente consiga que mis vecinos recojan los escrementos de sus perros y se transformen en agentes de bienestar.
En 1995 a mi me parecía imposible, que este milagro de nuestros días fuese posible.
Lo que hoy vivo y veo me confirma que cada uno de nosotros puede cambiar las cosas, con el voto, con el comportamiento, cuidando del entorno como de su propia casa.
Y me alegro de haberme quedado en Torrejón de Ardoz....