Después de pasar los carnavales, algunos de los nuestros se preparan para las fallas y todos para celebrar el día del padre.
Si todos tenéis la suerte de padre que yo tuve será una alegría estar con él y os recomiendo que lo miméis mucho porque su vacío no se llena con nada.
Uno se queda con ese agujerito en el corazón del que habla Mafalda y sabe que no habrá nada que lo llene.
Para los nuevos padres me gustaría hacer un ruego y una reflexión.
Se que vivimos tiempos en los que la ética y el compromiso no se enseñan en casi ningún sitio, tiempos en los que ser padre requiere una buena dosis de amor y paciencia puesto que el hombre se ha incorporado de lleno a la educación de los niños, los cuida desde su más tierna infancia y puede estar con ellos más horas de lo que nuestros padres pudieron dedicarnos.
Se que no son las horas lo que hace que los niños amen a su padre, por experiencia se que lo que más aprecia un niño es el amor de su padre su aceptación y la percepción de que su padre lo considera un ser valioso, por eso me atrevo a sugerir lo siguiente:
Abandonad la crítica y la descalificación si no queréis criar seres resentidos.
Abandonad la exigencia extrema si no queréis crear seres neuróticos e insatisfechos.
Abandonad la ira y el maltrato si no queréis criar seres desgraciados y violentos.
Abandonad el pasotismo si no queréis criar seres perdidos.
Cuando miréis a vuestros hijos recordad que vienen de vosotros y que son seres únicos e irrepetibles que, si les dais la oportunidad de sentirse seguros, podrán cambiar el mundo con sus descubrimientos y actuaciones.
Recordad que nosotros hemos crecido imitando, copiando a todos los que nos han rodeado y que la más importante de las copias la hacemos en nuestra más tierna infancia, siendo nuestro principal modelo los seres más cercanos, padre y madre.
¡Feliz día del padre para todos!
¡Y a los padres que os haga muchos regalitos!
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Hoy, día del padre, hablando con Nuria hicimos un repaso de las mejores cosas que han dejado nuestros padres en nuestra educación y nos hemos percatado de cómo esas acciones han determinado la seguridad en nosotros mismos.
El padre, en nuestra sociedad actual tiene una labor aún más difícil que la que debían realizar nuestros padres, pues no sólo deben protegernos y traer medios a casa, si no que deben, además, sustituir a la madre en el cuidado de los niños desde la primera infancia. De ahí que la salud mental y la capacidad de compromiso con el bienestar de los hijos está ahora más que nunca en manos de padres, al cincuenta por ciento con las madres ¡y ellos con bajos niveles de oxytocina! (la hormona del la compasión y el cariño, a la que se le atribuye que la mujer esté pendiente de las necesidades de marido e hijos).
Padre no se nace, se aprende a ser padre imitando a los adultos de nuestro entorno, así pues tu capacidad para ser padre, probablemente dependa de tu figura paterna.
Si tenéis la suerte de tener un buen padre, enamorado de sus hijos, que los protege pero que les exige disciplina, que los anima pero no los justifica inútilmente, que aprende de sus hijos y que aunque tiene la autoridad no es arbitrario en sus juicios, entonces para vosotros será una tarea fácil para la que estaréis entrenados. Si no es así, también podéis aprender poniendo a vuestros hijos y mujer en el primer lugar de vuestra lista de prioridades, lo demás, como decía mi padre es sólo cuestión de insistir y aprender con cariño.
Es inevitable para mi hablar de mi padre el día del padre. El me enseñó a ser valiente, a ser resistente, a respetar a los demás, a desarrollar mi inteligencia contestando a todas mis preguntas, a ser un buen profesional viviendo mis negocios desde el WIN-WIN como dice Steven Covey en su libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”.
El win-win que no es más que ganar ambas partes implicadas en un trato, al cincuenta por ciento cada una.
Me convenció de que la vida se iba construyendo con nuestras elecciones y que debía, por tanto, aceptar las consecuencias de mis actos. Se que tenía muchos defectos que el no escondía, nunca intentó subirse al pedestal y siempre aceptó mis defectos con cariño.
Ahora ya no está conmigo y, tal vez por la edad, como diría “mi vecino”, cada día lo añoro más. Hoy es su día en pleno derecho, su alegría, fe y confianza en sus hijos, su gran amor, justifica todos los festejos en su honor.