Clara sabía que su abuela estaba un poco triste y aprovechó su paseo al parque para confirmar la información que ella tenía de este hecho.
“¿Se ha muerto tu madre, verdad abuela?”
“Si cariño, contestó la abuela, sorprendida.”
“ Tu madre era esa "agüelita" que tenía una pupita en las rodillas, verdad abuela?
“ Si cielo, la "agüelita" con la que jugabas en Ibiza”
“Ah, que pena”
“ Si cariño es una pena”
“ ¿Y te has quedado muy solita, verdad abuela?”
En este punto la abuela no pudo responder, la emoción se lo impidió.
Clara siguió, mientras intentaba escalar el tobogán, “pero tu no te preocupes abuela, porque tu te puedes venir a vivir a mi casa, con nosotros, tu no te preocupes ¿vale abuela?”
” Gracias cielo “
Clara en lo alto del tobogán miraba a su abuela con tal expresión de empatía, que parecía como si a sus cinco pequeños años tuviera ya la experiencia de esa soledad de estar sin la madre.
La abuela se comía las lágrimas que pedían paso, Clara se dio cuenta de su tristeza y cambió de juego como para disipar la dureza de la conversación.
El resto de la tarde, en los momentos de ver los dibujitos en la tele, se sentó junto a la abuela, reposando su cabecita en su brazo, como si quisiera consolarla y no la contradijo cuando había que cenar o lavarse la cabeza o incluso, ni siquiera protesto al irse a la cama. Parecía querer hacer la vida de la abuela un poco más fácil, que para penas, la abuela ya tenía una muy grande.