Érase una vez una mujer que nació entre bordados , tules y flores, una mujer que desde muy pequeña causó asombro a su paso, una mujer que amó, a trazos, la vida y a los que la habitaban, una mujer que veneró el suelo que su amado pisaba, que sacó valor de la flaqueza, que fue humillada y escarnecida sólo por amar, sólo por ser hermosa y brillante, que fue despreciada por amar.
Pero esa mujer no se rindió y reconstruyó su sonrisa y no odió porque sus ofensores eran pequeñas muestras de dolor y enfermedad que poblaban la tierra. Su sonrisa creció y creció iluminándolo todo, convenciendo con inteligencia, perdió el miedo para siempre y siguió amando para siempre y ahí están sus actos para recordarla. Esa mujer está hecha de muchas mujeres que la precedieron de muchas marchas, de soles y lunas de jornadas sin causa, esa mujer está en cada una de nuestras vidas mejoradas, esa mujer está en ti y ha vivido sólo porque estaba viva y ha aceptado las preguntas sin respuesta, sin mañana. Sólo sabe ser mujer y su sonrisa amable lo avala...