Hablaré de mi experiencia y observaciones de la penosa actitud de nuestros empleados públicos, incluidos los políticos, profesores, empleados de Hacienda, y de todos aquellos empleados cuyos trabajos son prácticamente vitalicios, por ejemplo empleados de los bancos, sin excepción y cualquier otro puesto de funcionario conocido o por conocer. Como siempre digo, guardando nuestra admiración y respeto por las honrosas excepciones.
La Pandemia del Covi-19 nos está revelando nuestra educación, los valores de nuestra administración, además de sus innumerables defectos. Nos está mostrando nuestra indiferencia; falta de respeto a nosotros mismos, ya que sin ese respeto poco puede existir el respeto a los demás. Respeto no significa complacencia o renuncia, como libertad no significa hacer lo que nos de la gana.
Creo que nos conviene revisar que nuestra libertad acaba donde empieza la del otro y que hacer lo que a uno le de la gana es lo que empieza las guerras. Creo que de eso ya sabemos un poco y sabemos que no nos conduce sino al desastre y a la aniquilación.
Tenemos necesariamente que cambiar esa actitud de matones de barrio y empezar a pensar, cada uno en su área de influencia, como trabajar con lo que cada quien pueda aportar de diferente en la solución de las situaciones que se nos presenten a diario en las que nuestra personal y única visión de las soluciones tenga relevancia en las vidas de los que atendemos, porque creo que eso sería vivir ,esa sería la verdadera razón de existir, la otra actitud no es vivir, es sólo es vegetar.
La idea feliz, de: mis clientes bien atendidos, mis pasajeros bien atendidos ,mis alumnos bien atendidos, mis obligaciones todas cumplidas hacen que sientas que te has ganado tu sustento y que sólo aquellos que están enfermos o impedidos necesiten de nuestro esfuerzo para ayudar. Pero, también el que recibe ayuda debe aportar algo para poder sentirse útil y parte del engranaje que hace que nuestra vida sea posible.
Nuestros políticos suben los sueldos de los empleados públicos junto a los suyos propios, y, les agradecen efusivamente su esfuerzo, lo que en realidad se reduce a agradecer sus votos, ya que, el ciudadano que no trabaja para la Administración, tiene una visión muy distinta del esfuerzo que los empleados públicos han hecho para salvar la situación.
Salvando el sector sanitario, la administración ha estado ausente y únicamente ha trabajado aquel sector que se dedica a cobrar impuestos o cuotas de la seguridad social y a comunicar negativas en peticiones de ayuda o Jubilaciones, Ertes, Eres y otros. por tanto la percepción del público en general es que no han hecho absolutamente nada, al menos, en lo que concierne a dicho público que representa a la mayoría de los españoles.
Aquello de no dejar a nadie atrás se ha desvanecido y ha quedado como la frase de la pandemia, cuando atrás estamos muchos millones , apañándonos como podemos, como casi siempre y escuchando con estupor las muchas ayudas que reciben los amigos del grupo de gobierno.
Por alguna extraña razón, todos aquellos empleados públicos que conozco y los que no, acaban teniendo la misma actitud displicente y arrogante con aquellos que necesitamos de su buen hacer profesional.
Tengo algunos ejemplos de experiencias personales, dignos de un comentario de desaparecido humorista Gila:
Ejemplos: Si vas al Ministerio de Educación a preguntar por la convalidación de estudios, seguramente te dirán que eso no es ahí...y que no saben dónde es.
Si vas a preguntar por un epígrafe en Hacienda, si tienes suerte como yo, después de un año, una amable empleada que vende los impresos, ya cansada de verte pulular por la oficina en búsqueda de respuestas, te aconsejará que vayas un miércoles a las 11 horas porque estará el que sabe.
Si pides en la Escuela de idiomas una orientación para preparar a tus alumnos para los exámenes libres, la funcionaria, en el mostrador de información, te mirará con desprecio y te dirá, literalmente: "aquí cada uno se las apaña como puede".
Si intentas explicar a un funcionario de la Seguridad Social una anomalía en el pago de las cuotas, en la Pandemia económica orquestada por bancos y entidades financieras, o causas ajenas a tu responsabilidad por irregularidades del trabajo, si tienes suerte te dirá que ella estudió 2 años para para aprobar el examen para entrar en la administración y que tu, has preferido trabajar por cuenta propia y que por eso tienes, los problemas que tienes.
Hay muchas más anécdotas que constituyen ejemplos de nuestra ignorancia de lo que significa ser empleado público y de las consecuencias, así como, de la total indiferencia e impunidad con que incumplen sus obligaciones.
Cuando trabajaba en Iberia, cuando Iberia era una entidad pública, recibía instrucciones a diario de lo que no debía hacer. Por supuesto que escuché a todos pero ignoré esa forma de comportamiento que hubiera ofendido a mis queridos y admirados profesores y educadores de Chile y además hubiera ofendido a mi padre y al resto de mi familia.
Cuando hablamos mal de una institución, porque nos han hecho sentir atropellados u ofendidos con su trato, olvidamos que los Ministerios, Ayuntamientos Bancos, Compañías Aéreas , políticos en el Gobierno, etc., sólo son grupos de personas con un cometido específico y no entidades maléficas venidas del espacio sideral con el propósito de hacer nuestras vidas más difíciles, solo son nuestros vecinos, gentes que conviven con nosotros en la misma ciudad o municipio. Supongo que su falta de respeto al otro depende exclusivamente de su educación, es posible que en gran número de personas, en Europa, se haya llegado antes al dinero que a la formación y esa ignorancia de quien es el otro, esa falta de conocimiento, nos haga caer en la autocomplacencia.
El hecho de que entre nosotros haya personas que viven sin cumplir con su trabajo y sin embargo, se les pague religiosamente un sueldo bajo la premisa de que todos tenemos derecho a vivir, es decir que otros sustituyan ese esfuerzo sin compensación para que alguien viva, sólo de su presencia, no parece muy lógico y a mi juicio y el muchos otros, esa actitud crea vagancia y cinismo, ambas características de personas poco valiosas para crear una sociedad solidaria y más justa.
No se por qué los españoles tenemos fama de solidarios cuando lo que ocurre es que nos encanta dar dinero para comer a los más pobres, ya que al parecer eso nos hace sentir ricos y poderosos.
Este supuesto me fue confirmado en una reunión de amigos en un pueblo de la Sierra, cuando la mujer de un concejalde la localidad, le pidió que ayudara a un vecino y el concejal, por cierto de un partido que ahora se llama progresista, contestó: "Jamás ayudaré a alguien que con mi ayuda esté mejor que yo.
Después de reflexionar y observar la ayuda en mi propia persona, me percaté de el fenómeno solidario de España mi tierra, que consiste en ayudar, exclusivamente, a los que permanecerán siendo pobres. Me di cuenta de que ese pensamiento era la verdadera solidaridad de mi país y me sentí profundamente decepcionada, porque si ayudamos, también al que tiene algo que desarrollar, eso hará que a corto plazo, tambien nos beneficie a todos. Aquello tan americano e inglés que dice: "te ayudaré porque si tu triunfas todos ganamos".
La Pandemia me ha enseñado que nos sobra arrogancia y nos falta conocimiento y que nos sobra amor al dinero pero no sabemos ganarlo.
Los trabajos más solidos, parecen estar en la industria y sistemáticamente, como se dice coloquialmente, nos la cargamos.
La Pandemia me ha enseñado que no generamos, o no cuidamos nuestras empresas y las dejamos morir. Estamos continuamente en la lucha por que nos paguen unos euros más, pero no por hacerlo mejor, para que la empresa crezca y nos asegure el puesto con sus éxitos.
Algo que me llama la atención es que envidiamos el coche del jefe, pero nos vamos pronto a casa y no queremos preocupaciones, el jefe sigue con las cuentas, y enormes preocupaciones cuando nosotros estamos en casita o en el gimnasio, o con los amigos sin pensar en si los pagos a la empresa estarán a tiempo para las nóminas.
Es verdad que algunos jefes son como nosotros venidos a más y no llevan bien sus negocios, pero las empresas que han mantenido a sus empleados en las crisis han tenido que arriesgar mucho y han salvado la situación para continuar con muchos sustos, esos de los que nosotros no queremos oir hablar.
Hace 20 años este pueblo era el cubo de basura de la comunida de Madrid. La droga nos alcanzó de lleno y una enorme cantidad de jóvenes murieron por ella.
Las madres y los padres cansados echaron del pueblo a los que lo destruían. ahora nos enfrentamos a lo mismo, sólo que esto ha llegado con el virus y parece aún peor de lo ya vivido.
La pandemia me ha enseñado que nunca estamos a salvo de los oportunistas que aprovechan al virus para sacar dinero de nuestra estupidez. Hace años el lugar donde vivo, era un pueblo pequeño y pobre, ahora gracias a los hijos del pueblo, gente joven y dinámica nacida aquí el pueblo esta cada día mejor, incluso goza de cierto prestigio y belleza.
La pandemia, y yo diría, la mala suerte ha hecho llegar al pueblo gentes foráneas, gentes del hambre de una isla con un gobierno progresista, sin Dios ni ley, que no sea la individual, que fabrica pobres e ignorantes y todos muy agresivos, porque ellos sólo saben de sobrevivir día a día, aprovechándose de las debilidades de seres humanos mayores sin muchas luces y utilizando a los niños, además de manejar substancias que completan el círculo de la autodestrucción.
La pandemia me ha enseñado que nada es para siempre, que nada se puede dar por sentado y no importa lo mucho que te hayas esforzado si no sabes cuidar lo que tienes, si no sabes defender tus logros y permites que seres de otra condición destruyan lo conseguido. Me ha enseñado, que debemos ser valientes y proteger a nuestro pueblo de tanto ataque.