Una de las cosas más bonitas de esta página güeb es que uno se siente como en familia.
Esta sensación no es nueva para mí. Han pasado ya muchos años desde que un muchacho callado, espigado, bastante tímido y con mucho más pelo que ahora, llegó por primera vez a aquel maravilloso piso -que recuerdo con tanto cariño- de Ronda de Saliente. Había algo en toda aquella jaula de grillos que sin saber cómo me enamoró.
Era la casa de Amalia. Sus hijos, qué os podría contar de ellos, pronto fueron como mis hermanos y hoy día continúan siéndolo; sus alumnos de entonces inventaban excusas un día sí y otro también para celebrar reuniones con sabor a patatas fritas, encurtidos y refrescos de cola; solíamos culminar con pizzas de masa casera que me sabían a gloria. Allí se tocaban todos los temas que nos preocupaban o simplemente nos interesaban, y que en casa... pues iba a ser que no se podía o no se sabía cómo plantear.
Amalia siempre demostraba una sabiduría fuera de toda duda, brillaba por su sencillez y rotundidad en las situaciones más comprometidas, encandilaba -al menos a mí- con esa bella personalidad, carismática, generosa y equilibrada... Vale, vale,... dejo de pelotear a Amalia y voy al grano. Ya sé que no es la primera vez que os hablo de este tema, pero me vais a permitir -por favor- que lo retome.
Allí aprendí a querer a cada persona por lo que es y no por lo que me gustaría que fuera; cada uno de nosotros somos un poco lo que nuestro ADN "ordena" y otro poco, aunque no por ello menos importante, lo que nuestro entorno nos condiciona y aporta. Todas las personas que nos quieren y nos hacen felices son lo más importante de nuestro entorno.
Quien a mí bien me quiera, seguro que quiere y respeta a los míos -a mi entorno- y si yo te quiero, debo necesariamente querer y respetar a los tuyos. No siempre los míos y los tuyos van a coincidir. No siempre los tuyos podrán ser parte de mí, pero si te quiero, les respetaré como si lo fueran.
Algo aparentemente tan simple pero tan complicado para todos, lo aprendí allí. Eso no significa que yo lo haya cumplido siempre a rajatabla, ¡qué más quisiera!; como todos tengo mis debilidades y cometo mis errores, pero también he aprendido que eso no debe ser motivo para el desánimo. La capacidad de darnos cuenta y rectificar es lo que nos hace ser cada día un poco más personas y un poco menos necios. Querer a alguien implica por tanto, aceptar y mimar todo "el entorno" que contribuye a su felicidad. Implica un ejercicio de humildad para abrirnos a otras formas de entender la vida, ni mejores ni peores que la nuestra en la mayoría de los casos, tan sólo diferentes. Sólo así podemos obtener ese maravilloso y mágico don, conseguir que los demás se sientan queridos. Sólo así conseguiremos querernos a nosotros mismos.
Amar es dar, no recibir (Erich Fromm - El arte de amar).
Como os decía, durante aquellos años aprendí muchas cosas pero hoy por alguna razón, he recordado ésta y la quería compartir con todos vosotros. Al fin y al cabo, todos tenemos ya o acabaremos teniendo suegros, nueras, yernos, cuñados, etc... Así que ánimo. Un abrazo para todos.