Para aquellos que leyeron “Perdone Doctora” en relatos cortos, aquí está la segunda parte, consecuencia de aquella decisión.
Se retiró la medicación para la absorción y fijación del calcio en mis huesos, por considerar que mi osteopenia (el principio de la osteoporosis), la que había desaparecido del femur en, también, dos años de tratamiento, ahora, para mi doctora no era importante.
“De que se queja, le queda muy poco en la columna”, dijo la doctora tajante, cuando yo le dije que tal vez mi organismo no sabía como retener el calcio a pesar del ejercicio y el sol. Ella insistió en la recomendación del Organización Mundial de la Salud, que sugería que con mi actual cantidad de osteopenia la ingesta diaria de dos vasos de leche, hacer ejercicio moderado y tomar el Sol era suficiente para mantenerme. Y sin más , me mandó a casa, con la fecha de la revisión a tres años vista.
Salí de la consulta descorazonada, con una sensación de no tener un médico que me ayudara a mantener la salud, sino uno que me daría medicación y atención cuando pudiera mostrar una importante osteoporosis y por supuesto, entonces me operaría la cadera, cuando la degeneración de la cabeza del fémur provocara una importante fractura.
Al año de este incidente, comencé con molestias, me fui a la doctora de cabecera, que tampoco entendió la medida de mi especialista y me remitió a Reumatología, otra vez. Otra doctora del equipo corroboró el tratamiento y me citó para tres años vista y tal y como lo había hecho su antecesora me recordó que mi dolencia no era importante y que el deterioro era lento, "que no me quejara".
Un año más tarde, las molestias en mi cadera, habían aumentado y todo el organismo parecía estar en alerta, por lo que pagué una prueba llamada densitometría para abreviar la que se me avecinaba. En esa prueba se comprobó que el fémur que había sido recuperado después de aquellos dos años de tratamiento volvía a estar mal, e incluso peor que antes y la columna tenía más deterioro que la primera vez, es decir, antes del tratamiento. Con este panorama la Doctora de cabecera, sorprendida de la actitud de sus colegas, me remitió a ellos, de nuevo.
Volvimos a escuchar: que los huesos no duelen, que el estado general no se deteriora por tener los huesos en mal estado, que esta dolencia avanza muy despacito; cosa que no sé muy bien como interpretar, no sé si hay un cálculo estimativo de la edad en la que uno se queda sin huesos y se muere de viejo, a lo mejor es eso lo que hace que no haya tratamiento preventivo sino paliativo.
En fin dejándonos de elucubraciones más o menos tristes y jocosas, al parecer, nuestros médicos especialistas y en general, no conocen la palabra prevención y también, al parecer, no tienen ninguna intención de trabajar en ese campo.
Me gustaría que hubiera un estudio serio de todos los casos como el mío que acaban en una osteoporosis y que se rompen la cadera, teniendo que ser operadas, con el coste que eso significa para todos ¿No nos saldría más económico invertir en la prevención, utilizando todos los medios posibles para poder despejar los hospitales y listas de espera?
Tengo la certeza de que a muchos funcionarios de la medicina mi opinión no les gusta, que incluso la encuentran ofensiva, pero yo exigiría de su inteligencia un poco más de reflexión en el tema. Al fin y al cabo, la doctora que quiso citarme para tres años, sólo consiguió tener que atenderme tres veces en dos años, sin soluciones.
¿Es eso un buen ejercicio de la medicina? ¿Porqué cuando la gente va a peor no se revisa los tratamientos ni se investiga un poco en el ámbito personal, creo que a estas alturas y con todos los datos que se tienen ya podríamos ir abandonando él: sota, caballo, rey, descrito por médicos, que a lo mejor están equivocados en los métodos de aplicación de los recursos de nuestra Seguridad Social. Si cada uno va por libre, no hay duda que colapsaremos los hospitales, porque cuando “no” se buscan soluciones coherentes los enfermos peregrinan por consultas de ambulatorios para acabar, antes o después, en urgencias de algún hospital.
No pretendo criticar a nadie, sólo busco actuaciones que no transformen mi vida en una pesadilla, pagando un servicio médico que no me da soluciones hasta que mi cuerpo es un completo desastre, me rompo algo o padezco un cáncer u otra enfermedad terminal espectacular. Yo no quiero esa clase de ateníón médica, sin embargo, me obligan a pagarla.
Con una medicina preventiva que atajara el mal desde el principio tendríamos la mejor medicina que se practicaría en el mundo, ahora, todavía nos quedamos en el esfuerzo de unos y la indiferencia de muchos y teniendo todos los medios técnicos posibles, no conseguimos lo más importante, que nuestros médicos se convenzan que es al principio cuando se atajan los males y se gasta menos, y sobre todo se satura menos el servicio.
En vez de retirar medicinas, que se den después de un estudio, que no se recete sin conocer el problema y por favor, que el que odie a sus pacientes, el que no desee apasionadamente que sus pacientes recuperen la salud se retire de la atención directa, sólo con esa medida ganaríamos todos.
Hace años escuché, en el viejo Hospital Maternidad de la calle O´Donnel a un grupo de médicos comentar “Hoy nos espera una tarde movidita, el carnicero está de turno”. Esto me horrorizó y despejó muchas dudas, nuestros médicos son capaces de cargar en su conciencia con la mala praxis de un compañero, aunque en ella peligre la vida de alguien, esto según mi criterio sería para revisar con mucha severidad y si ese médico no actúa correctamente, todos sus compañeros deberían denunciar, no para castigar, pero sí, para exigir respeto a su profesión.
No hay muchas profesiones que estén tan cerca de la omnipotencia como lo está la medicina en todas sus facetas, eso exige, a mi entender, un esfuerzo adicional de honestidad corporativa, y aunque no se hiciera público, debería existir en el Colegio Médico un mayor control que evitara, por otra parte, que ahora se tuvieran que hacer cargo de las implicaciones legales de las agresiones a sus miembros.
En lo que a mí concierne, me gustaría tener todo mi cuerpo funcionando hasta el final, así no tendría que ser dependiente ni costarle tanto a la Seguridad Social ni a nuestros hijos. Tendríamos que dejar de echar balones fuera, ya se sabe, el que más sabe es el que más responsabilidad tiene.
Yo también quiero asumir mi responsabilidad e intentar cuidar de mi salud, cada día más, procurando, lo máximo que me sea posible, no atentar contra ella, pero también quisiera tener ayuda cuando yo ya no soy capaz de encontrar soluciones.
Quisiera ir a un médico que no juzgue antes de saber y que no sea indiferente a mi dolor
¿De verdad es mucho pedir pagando 234,35 euros al mes?