You will find an English version of this article in "INTO ENGLISH"
Enrique es un alumno de inglés avanzado que siente un especial amor por las palabras, por lo que es de esperar que sea un apasionado de la lectura de la actualidad, de la historia y como no, de la ciencia y la tecnología; y además, como si de un inglés bien educado se tratara, es un maestro de la ironía colocando sus agudas apreciaciones, aquí y allá en la conversación.
Hoy comentábamos, en inglés, la posición de nuestro país en el concierto mundial. Hablábamos de la participación y rol de España en la Comunidad Económica Europea y de cómo la economía de ciertos países se veía afectada por los desastres naturales, lo que, en algunos casos, parecía retrasar el desarrollo, y en otros, su destructiva fuerza parecía obligar a quienes los padecían a replantearse todo el sistema económico desde el principio, sin remontar a situaciones mas favorecedoras, los menos previsores, por tanto menos desarrollados, y reinventando formas y descubriendo nuevas soluciones los más previsores y por tanto más desarrollados.
En un alarde comparativo nos pusimos analizar que elementos podían obligar, de forma cíclica, a los países a replantearse su organización y a desarrollar nuevos conceptos económicos; en medio de la conversación y después de haber rodeado los cinco continentes Enrique dijo: “ Hay países como Chile, Japón, Haití y muchos otros que tienen terremotos, otros además tienen huracanes, tifones, volcanes, horribles inundaciones e incluso sunamis y añadió, como de pasada... “otros como Argentina tienen el Peronismo y España por ejemplo, el Socialismo y a los sindicatos ¡como si fuese necesario el desastre y el caos para la creación de nuevas etapas!
Al ver lo que me divertía su aguda comparación, de los grupos políticos con los desastres naturales me explicó, “estos países pasan de un período corto de creación de riqueza, de equilibrio y progreso a uno largo de expolio y destrucción de puestos de trabajo y por tanto empobrecimiento de las arcas fiscales; se pasa del pago fiscal por la creación de empleo a la creación de la economía sumergida, por la pérdida de puestos de trabajo y la subida sistemática de la presión fiscal, forma esta, en la que el socialismo intenta compensar, siempre, la falta de ingresos por la pérdida de empleos y la ruina de las empresas pequeñas y medianas además de la huída de los grandes capitales. Esta amenaza total de bancarrota parece, insistentemente, coincidir, a lo largo de la historia de nuestro país, con un gobierno socialista.
Cómo ya he contado en otras ocasiones mi familia estuvo siempre en el lado rojo, por lo que sufrieron cárcel y persecución, y sin embargo no me enseñaron a odiar a nadie y es más, pasaron página en aras del progreso y la reconstrucción, siempre buscando formulas de creación de empleo; unos desde España y otros desde el exilio, fuese este voluntario o forzado, por eso ante tan agudo análisis no puedo más que plantearme lo que es evidente, la fórmula no parece estar dando buenos resultados, ni aquí, ni en ninguna otra parte del mundo.
¿No vamos a preguntarnos cuál es nuestro fallo, sin recurrir a culpar al empedrado o ver conspiraciones por todas partes?.
Es evidente: necesitamos gente con ideas, buenos gestores, gente honesta y amante de su país lo que no quita que puedan amar también una sólida posición económica, eso siempre que no vaya en detrimento de la calidad de su gestión, que es: organizar la vida de todos y hacer del éxito del país que representan, su máxima aspiración. Aunque es cierto que para tener esa clase de políticos somos nosotros los que tenemos que ser honestos y comprometidos con nuestro país.
¿Qué ocurre para que los políticos en general, los dirigentes sindicales y los administradores de las arcas fiscales, así como, otros organizadores de la vida pública, olviden tan a menudo a quien sirven y de quien es el dinero que manejan?
¿Por qué la arrogancia sustituye al razonamiento? ¿Dónde están los hombres sabios?
Probablemente Enrique diría que están en espera del ciclo en el que sea imprescindible su actuación, al borde del absoluto desastre y siempre que los votantes así lo decidamos.
Me pregunto si alguna vez seremos capaces de cambiar el sectarismo, tan trasnochado tan pasado de moda y que tantos problemas y guerras nos ha traído, por el desarrollo de la inteligencia que nos procure una vida mejor, no con más cosas, pero si con mejores para todos, poniendo los límites donde se deban establecer.
¿Sabremos, alguna vez, educar a nuestra gente sin rencores?
¿Seremos alguna vez capaces de vivir nuestras diferencias y sin embargo trabajar por un bien común sin temer que aquellos que nos dirijan no sepan hacerlo y se quieran quedar, a como de lugar, aún cuando no estén a la altura de sus cargos de servicio a la comunidad?
En fin, que las risas que Enrique despertó con su agudo comentario, me han hecho pensar que nada como el conocimiento de las palabras y los hechos para estar preparados para las nuevas exigencias de la etapa de cambios, en la que parece, cíclicamente, nos toca entrar. Mirando hacia el pasado con amor a los que nos precedieron deberíamos rechazar categóricamente el odio y el partidismo y trabajar todos juntos por progresar, cada uno en la medida en que quiera esforzarse y de la forma que quiera, siempre que no atropelle a los demás, viviendo el 50%-50% en cada negocio, como tan insistentemente nos recomienda Covey.
Creo que, a estas alturas, repetir las mismas jugadas de antaño resulta ridículo y estéril. A este mundo ya le sobran los “listos y los aprovechados” Sin embargo, que aquel que me quite dolores de cabeza y haga el sitio donde vivo hermoso y amable gane más, a mi personalmente, me alegra porque está poniendo el esfuerzo de sus años de estudios, el desarrollo de la inteligencia y habilidad que a mi me falta, a mi servicio, para que yo también, viva mejor . ¿Cómo podría negarle esa diferencia?
Aprendí que aún teniendo los mismos derechos no somos iguales, ni en igualdad de circunstancias llegamos a los mismos resultados, tal vez esa sea, precisamente, nuestra grandeza.
También aprendí que si repetimos los mismos comportamientos negativos, el resultado jamás podrá ser positivo...