Caminando descalza, jugando con las olas, dejando la mirada perderse en el horizonte, con el corazón repleto de gratitud por respirar otra vez el aire de tu querida Ibiza, así humilde y dolida por la ausencia del nido, por tantos cambios que parecen querer borrar los afectos antiguos, por tantos intentos del dolor por alojarse en tu mente.
En ese ir y venir de oportunismos, modas y descubrimientos, de esfuerzos vanos por alcanzar la gloria, inalterable y eterna la arena que acaricia tus pies y te consuela cobra especial sentido, se vuelve más firme y sólida.
Ya no está la madre, ya no está el padre, se marcharon para siempre, sólo un trozo de paisaje es su recordatorio, aun así, en medio de tanta lluvia de tus ojos, hay mucho amor para ti en la isla. Deja que el mar acaricie tus pies temerosos y cuando te alejes llevarás, para siempre, la arena adherida en tus pasos celestes.